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¿Cuáles son los actos impuros prohibidos por el sexto mandamiento de la ley
de Dios?
Responde el P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.
Pregunta:¿Cuáles
son los actos impuros prohibidos por el sexto mandamiento de la Ley de Dios?
Respuesta:
Hay dos actitudes erróneas hacia el sexo. Las dos bastante
comunes. Una es la del moderno hedonista, de aquel cuya máxima aspiración es la
vida del placer. El hedonista ve la capacidad sexual como una posesión personal,
de la que no hay que rendir cuentas nadie.
Para él (o ella), el propósito de
los órganos genitales es su personal satisfacción y su gratificación física, y
nada más.
Esta actitud es la del soltero calavera o de la soltera de fácil
'ligue' que tienen amoríos, pero jamás amor. Es también una actitud que se
encuentra con facilidad entre las parejas separadas o divorciadas, siempre en
busca de nuevos mundos de placer que conquistar.
La otra actitud errónea es
la del pacato, que piensa que todo lo sexual es bajo y feo, un mal necesario con
que la raza humana está manchada.
La postura intermedia es la acertada: el
sexo no es malo, pues lo ha hecho Dios; pero hay que usarlo según la ley de
Dios.
En el sexto mandamiento se nos pide que seamos puros y castos en
palabras y obras; y tratemos con respeto todo lo relacionado con la sexualidad.
Usamos la palabra sexualidad en su sentido corriente, aunque de suyo es más
extensa que 'genitalidad'.
Las conversaciones y chistes verdes (deshonestos,
inmorales, obscenos) pueden llegar a ser pecado, si se dicen con mala intención
(impura, deshonesta), si contienen una aprobación del mal o una inclinación a
él, o encierran un peligro de consentimiento impuro o de escándalo y daño para
las almas de los otros.
Las conversaciones obscenas y prolongadas -sobre
todo entre los jóvenes- fácilmente son pecado.
Cuando sea necesario hablar
sobre asuntos relacionados con la sexualidad, hay que hacerlo con respeto y
seriedad.
En las conversaciones deshonestas peca:
a) el que empieza;
b) el que no empieza, pero que sigue la corriente con alguna intervención;
c) el que no participa, pero está escuchando con gusto y buena gana. Pero el
que oye de mala gana, el que quisiera que se hablara de otra cosa, el que
procura desentenderse del asunto, éste no peca.
Cuando en un grupo se
empieza una conversación indecente, si puedes buenamente, procura cambiar la
conversación. Si no eres el de más categoría, o no tienes cierto influjo en los
demás, el pretender cortar radicalmente puede ser contraproducente. Pero si es
posible, retírate, de forma que los demás comprendan que no te gustan esas
conversaciones. Si te resulta muy violento marcharte, y no es para ti ocasión
próxima de pecado, puedes quedarte, con tal de que no participes y, si puedes,
des a entender de alguna manera que no te gustan esas conversaciones. Pero,
desde luego, que nadie pueda suponer que las apruebas. En último caso, puedes
desinteresarte de lo que se dice, dirigirte a otra persona del grupo para
hacerle una pregunta cualquiera, etc.
El definir claramente tu postura en
este punto te evitará muchos peligros, pues los demás sabrán que para eso no se
puede contar contigo.
Lo mismo te digo sobre los grabados inmorales y
novelas indecentes .
Leer revistas pornográficas difícilmente dejará de ser
pecado, pues no tiene justificación y puede ser un peligro de aceptación de la
lujuria.
Por supuesto que es pecado leer escritos impuros y deshonestos con
el fin de despertar la sexualidad. Pero aunque no tengas esta mala intención al
comenzar la lectura, interrumpe ésta, si no es necesaria, al advertir que
despierta la voluptuosidad y provoca tentaciones. Si el libro es de estudio o
formativo, entonces no es necesario dejarlo; pero conviene levantar el corazón a
Dios, purificar la intención y rechazar todo consentimiento.
Leer novelas
obscenas y pornográficas, por el peligro de pecar que supone, casi nunca dejará
de ser pecado. Hay también una nube de novelas que, sin ser descaradamente
inmorales, fomentan la morbosidad y halagan la concupiscencia. Su lectura
siempre hace daño.
Si te gusta leer, escoge algunos libros que te interesen
de la numerosa colección de libros formativos. Y si no conoces, pregunta a
alguna persona competente que pueda orientarte. Al final del libro te pongo, en
el Apéndice, una lista de libros recomendables por su valor formativo.
Pon
también mucho cuidado en no tararear las musiquillas de ciertas canciones, que
pudiera hacer creer a tus compañeros que apruebas la letra escabrosa que tienen.
También debes tener cuidado con las miradas. A veces los ojos se van sin
querer. Cuando caigas en la cuenta de que estás mirando lo que no debes, los
retiras a otra cosa y en paz. No te preocupes.
Para que una mirada sea
pecado es necesario ponerse a mirar detenida y voluntariamente cosas
deshonestas; pues hay obligación de evitar todo peligro de excitación carnal, a
no ser que haya razón proporcionada que lo justifique.
En general, te
recomiendo que cuando veas cosas inmorales sepas hacer la vista gorda, y cuando
las oigas, muestra indiferencia.
Pero si es cierto que esas miradas
involuntarias no deben preocuparte, aunque te causen perturbaciones orgánicas
(que debes despreciar), sin embargo, otra cosa muy distinta son las excitaciones
producidas por esos abrazos ..., por esos besos ...
Pero, ¿es pecado
abrazarse? ¿Es pecado besarse? Depende. El beso puede ser expresión de un cariño
sano y limpio. Pero también puede ser un desahogo de pasión y lujuria. Los
interesados son los que han de distinguir, sabiendo que no se puede buscar ni
admitir la satisfacción sexual fuera del matrimonio(779).
No es lo mismo un ligero besín que un besazo lascivo que
desboca la lujuria y lleva fácilmente a cosas peores.
¿En qué consiste la
diferencia entre un beso que no es pecaminoso y un beso que se vuelve pecado u
ocasión de pecado? Sencillamente, en la pasión. Y la pasión es un elemento muy
fácil de conocer.Uno la siente enseguida, y también se percibe claramente en la
otra persona. Un beso puede ser un peligro. Un beso puede ser una ocasión de
pecado. Y a veces, una ocasión inmediata.
La juventud es muy inflamable por
naturaleza. Sea tu temperamento el que sea, te recomiendo que no te entregues a
esos besos lascivos, pues con esto das entrada a la pasión. Y Jesucristo dice
que es pecado desear lo que está prohibido hacer. Y es pecado provocar
voluntariamente una excitación sexual. El beso en la boca prolongado y ardiente
es especialmente excitante, pues va unido al apetito sexual.
Los labios son
una zona erógena. La misma policía norteamericana informa de la facilidad con
que la práctica del beso pasional puede convertirse en unión genital(780).
Una cosa muy distinta es un beso breve, suave y
delicado, expresión de un cariño sano y limpio. Pero ese otro beso voluptuoso y
lascivo que enciende la concupiscencia es inadmisible. Ese sensual modo de besar
que ha difundido el cine, no se puede permitir nada más que entre quienes han
contraído matrimonio. Esos modos de besar suponen cosas que son derecho
exclusivo de casados.
Por otra parte el beso en la boca, 'mojado', es
antihigiénico. Dice Ramón y Cajal: 'El beso es para el científico un simple
intercambio de microbios'(781).
Por lo visto en la boca de cada persona hay unas
trescientas especies de microorganismos, y con el 'beso mojado' éstos pueden
pasar de una persona a otra. 'A través de un beso se puede infectar a la pareja
de mononucleosis infecciosa, conocida como la enfermedad del beso, hepatitis A y
salmonelosis'(782).El doctor San Martín, sexólogo, dijo por Tele-5, el 21 de
Enero de 1997, que la sífilis puede contagiarse a través de un beso.
Para
vencer las tentaciones, ten en cuenta estos seis consejos:
1) No perder la
calma: estar seguros de que todas las tentaciones pueden vencerse con la gracia
de Dios.
2) Acuérdate de que sólo la voluntad puede pecar y, por lo tanto,
mantenla inflexible.
3) Encomiéndate a Dios y a la Virgen Inmaculada, que
jamás abandonan a los que acuden a ellos.
4) Desembarázate de la ocasión, en
cuanto puedas. Si hubo victoria, da gracias a Dios. Si caída, arrepiéntete y
aprovecha la lección para otra vez.
5) Después de cada caída, haz un acto de
contrición, confiésate enseguida y además ofrece en reparación una mortificación
que cueste.
6) No vuelvas a pensar más en la tentación; ocúpate de algo.
Para tu tranquilidad has de saber que dice San Pablo que Dios jamás
permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas(783).
Y que el Concilio de Trento afirma que Dios no pide a
nadie cosas imposibles, sino que hagas lo que puedas, y pidas lo que no puedas;
que Él te ayudará para que puedas.
Después de una tentación pueden ocurrir
tres cosas:
1) Victoria clara, porque la rechazaste totalmente en cuanto
caíste en la cuenta de la tentación: dale gracias a Dios que te ha ayudado a
vencer.
2) Derrota clara, porque te dejaste llevar conscientemente:
arrepiéntete, humíllate ante Dios, y pídele que te ayude a vencer en otra
ocasión; haz un acto de contrición y propón confesarte pronto.
3) Duda de si
consentiste o no consentiste. No estás seguro si resististe completamente a la
tentación. En este caso expón al confesor sencillamente tu duda, por ejemplo,
diciéndole: 'he tenido malos pensamientos y malos deseos contra la pureza, y no
sé si los he rechazado suficientemente'.
No te contentes con dejar la
confesión para después de la caída. La confesión también tiene un valor
preventivo, porque aumenta la gracia en virtud del sacramento y fortalece la
voluntad.
Cuando presientas una posible caída, confiésate aunque no tengas
pecados graves. Y si, además, puedes comulgar, todavía mucho mejor.
Para
dominar el cuerpo es muy conveniente la mortificación. Es una práctica común de
todos los santos. Un cuerpo mortificado es mucho más dócil.
Es necesario
luchar mucho para permanecer puros. A las malas inclinaciones de nuestra pasión,
se une la inmoralidad que se ve en la calle y en el cine.
(779) - DENZINGER:
Magisterio de la Iglesia, nº 1140. Ed. Herder Barcelona.VOLVER(780)
- LODUCHOWSKY: La coeducación de los adolescentes, pg. 22. Ed. Herder.
Barcelona.VOLVER(781)
- RAMÓN Y CAJAL: Charlas de café, XI, 83, pg. 35. Imprenta Juan Pueyo. Luna, 29.
MadridVOLVER(782)
- Diario ABC de Sevilla, 25-II-90, pg. 88.VOLVER
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